La falta de “utilitarismo”​ de las ofertas de trabajo – O lo que no pasaría si los candidatos fueran coches

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Hace unos años decidí comprarme un coche.

Al principio, lo único que tenía claro era el hecho de que necesitaba un utilitario (para desplazamientos de curta y media distancia) y el presupuesto a mi disposición. A partir de estas premisas, sólo sabía que no quería ni A ni C, sino más bien algo de tipo B.

Empecé, pues, visitando concesionarios, para tener una idea de las opciones de tipo B que había en el mercado.

Después de ver unos cuantos coches distintos, al cabo de un tiempo tuve claro cuál (es decir, qué modelo y qué marca) quería exactamente: el B2.

A partir de ese momento, sólo visité unos pocos concesionarios más con el objetivo de negociar el mejor precio posible para el coche deseado. De hecho, intentar conseguir lo mismo por algo menos de dinero es algo que considero absolutamente razonable. De todas maneras, durante las negociaciones nunca perdí el norte ni el sentido común: es decir, siempre tuve presente que lo que necesitaba era el coche B2 y, sobre todo, nunca pretendí llevarme A por el precio de C.

Sin embargo, lo que están haciendo hoy en día algunas empresas en búsqueda de nuevos empleados es precisamente intentar llevarse un fuera de serie por el precio de un cacharro, algo que nadie se atrevería ni siquiera a pensar delante de un concesionario.

Vamos a ver. En general, creo que la mayoría de los puestos de trabajo disponibles son para empleados de tipo B, aunque las empresas, de entrada, prefieren pagarlos como trabajadores de tipo C (incluso si tienen presupuesto suficiente para contratar a los de tipo B).

De todas maneras, al principio, muchas empresas no tienen claro lo que quieren exactamente.

Entonces empiezan a ver candidatos, y cuando ven alguno de tipo A, se les antoja enseguida, a pesar de que igual no lo necesitan realmente. El problema principal es que siguen dispuestas a pagar hasta el valor de C. Evidentemente, algo así sería absolutamente impensable de cara al mercado de coches, pero algunas empresas quieren aplicar esta estrategia al mercado de trabajadores sin sonrojarse siquiera. Es más, tampoco se dan cuenta de que, incluso si consiguieran llevarse un fuera de serie (fuese por el precio que fuese), no le acabarían sacando partido (porque en realidad lo que necesitan es un utilitario) y al final tendrían que deshacerse de algo tan caro de mantener, dejándolo a beneficio de alguien más. Es decir, que al final habrían desaprovechado (o incluso totalmente perdido) su inversión inicial.

Lo que puede pasar en estos casos es que algunas empresas, frustradas por el hecho de no haberse podido llevar (o no haber sabido mantener) A (por el precio de C), acaben contratando C, a pesar de que, como decía antes, lo que necesitarían es algo de tipo B.

En este caso, aunque acaben gastando mucho menos de lo que tenían presupuestado, también acaban consiguiendo mucho menos de lo que necesitan realmente. Es decir, que no acaban sacándole nada de rentabilidad al poco dinero que se han gastado.

Así que me gustaría hacerles una simple pregunta a todas esas empresas que parecen haber perdido el norte y el sentido común: en lugar de desaprovechar una inversión innecesaria o no poder rentabilizar una inversión insuficiente, ¿no sería mucho más sencillo sacarle partido a lo que se necesita pagándolo lo que es correcto?

Mientras tanto, yo sigo sacándole mucho partido a mi B2, un coche para el cual hace unos años pagué un precio justo.